Ayer finalizó el XXVII Salón del Cómic de Barcelona al que, finalmente, tan sólo asistí el lunes 1 de junio. Una experiencia agotadora pero, como siempre, placentera por lo más importante; poder ver a amigos que sólo veo un par de veces al año.

image1Para que os hagáis una idea, para mi el Salón comenzó a las 4 de la mañana, me levanté, me vestí (con los ojos cerrados, que esas horas son mu malas) y me fui corriendo a coger el autobús. Cuatro horas después amanecí en Barcelona y, después de un desayuno pelín caro (10 euros por 1 café, 1 croissant, 1 coca-cola y 1 nestea) me encaminé a la Fira.

La primera impresión que me causó el Salón fue… espaciosa. Ya sabéis, es un espacio TAN enorme (aún mayor que el del año pasado) que… impresiona. Y, bueno, es natural que se vea medio vacío, llenar ese espacio requeriría muchísima gente y en un puente de 3 días (en Barcelona, ciudad condal) pues la gente se lo piensa muy mucho. Eso sí, por lo que se decía las ventas fueron bien.

Así que, bueno, en compañía de Carles Miralles procedí a visitar diversos stands (Norma, Aleta, Planeta, etc) para, ya sabéis, la ronda de saludos a los editores y amigos. Ahí ya se acordó una comida que resultó hilarante.

Al poco rato comenzamos a visitar alguna de las exposiciones. Sinceramente, el espacio de este año es un tanto… austero… por bonitas que sean las exposiciones (y lo eran, subiré fotos en breve) quedaban bastante mal en una zona tan espaciosa y fea (paredes de ladrillo pintadas de blanco sobre un suelo francamente feo). Aún así, merecía la pena detenerse en ellas.

Y, sin comerlo ni beberlo, ya era el momento de ir a comer. Nos reunimos Carles, Joseba Basalo, David Daza, Dani y Raúl Sastre. Después de una opípara comida nos entretuvimos con… ya sabéis, lo típico, hablar sobre lo humano y lo divino del mundo del comic, inventar teorías para “salvarlo”, divagar sobre el tiempo, etc… ¡echaba de menos estas comidas!

Con la comida aún en el estómago regresamos al Salón para una última visita relámpago. Un error porque, a lo tonto, me compre 4 temporadas de Buffy (a 10 euros cada una, muy maja la tienda)  y algún que otro comic más. Por cierto, había varios stands con saldos, lo que era de agradecer porque… bueno, por poco dinero te podías hacer todo Sandman, por ejemplo…

Por suerte evité las filas de los autores, aunque pude ver a gente como Terry Dodson y otros, pero… no vale la pena hacer fila por un dibujito o una firma, y eso que este año el Salón estaba muy bien surtido de autores invitados.

Después de una apresurada ronda de despedidas cogí el autobús de regreso a Zaragoza. Completamente agotado pero satisfecho de mi visita a un Salón que, cada vez más, me interesa más por lo humano que por lo material que, a fin de cuentas, no es sino otro de los motivos para acudir anualmente a esta cita.

Reseña de Noren (más objetiva)
Ficomic