Mickey Rourke nos regala una de las actuaciones más grandes de este año en una película muy personal, de halo realista-costumbrista que si bien no será de las más vistas si es de las más emotivas que ahora hay en cartelera.

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Título: The Wrestler
 País: Estados Unidos
Año: 2008
Duración: 105 min.
Género: Drama costumbrista

Reparto: Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Mickey Rourke, Judah Friedlander, Ajay Naidu, Mark Margolis, Ashley Springer, Angelina Aucello, Giovanni Roselli, Marcia Jean Kurtz, Todd Barry, Vernon Campbell, Ernest Miller
Guión: Robert D. Siegel
Distribuidora: Wide Pictures
Productora: Saturn Films, Protozoa Pictures
Cásting: Billy Hopkins, Kerry Barden, Mary Vernieu, Suzanne Crowley
Diseño de Producción: Tim Grimes
Fotografía: Maryse Alberti
Montaje: Andrew Weisblum
Productor: Darren Aronofsky, Eric Watson, Mark Heyman, Scott Franklin
Productor ejecutivo: Jennifer Roth
Vestuario: Amy Westcott
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 Lo primero que hay que saber antes de decidir si se va a ver “El luchador” es que no es una película cualquiera, es una película de Darren Aranofsky, para más señas director de “Pi”, “Réquiem por un sueño” y “La fuente de la vida” y uno de los directores más sobrevalorados o, mejor dicho, más sobreprotegidos por la crítica estadounidense. Y digo esto porque no se trata de una película de estudio, sino más bien es una película que podríamos llamar “de autor” aunque seguramente es la más asequible para la taquilla de las que ha hecho. Creo que lo que se valora en este director es por encima de todo su deseo por escapar de los convencionalismos del cine industrial de Hollywood, por su búsqueda de un cine diferente, creativo, por su deseo de ser considerado un artesano y no un director de encargo para recaudar dinero.

Lamentablemente “La fuente de la vida”, película que estrenó en el 2006 con Hugh Jackman y Rachel Weisz, no funcionó del todo bien seguramente porque pecó de pretencioso ya que se marcó un dramón con toques de fantástico que terminó siendo demasiado personal, demasiado hermético, demasiado tedioso. Ambición le sobraba, pero el resultado no fue el pretendido y quizás por eso, esta vez, ha afrontado un argumento menos rebuscado y menos trascendente e intelectualoide, al menos en apariencia, más asequible para cualquier público, vamos y más cercano a “Réquiem por un sueño”, ese fascinante drama sobre el mundo de la droga que es para mucha gente una de las mejores películas de los últimos años y en gran parte motivo de la rendición de los críticos a este director. 

La historia que nos cuenta trata sobre un luchador de wrestling y una prostituta, ambos en ese momento fronterizo en que la época dorada de su vida ha quedado atrás y deben aceptar un nuevo statu quo. Y en efecto, es un drama por ello, una historia en apariencia sencilla pero que susurra muchísimas ideas a quien sabe leer entre líneas. Un argumento de perdedores que inevitablemente recuerda a esa gran película de John HustonFat city” con la que guarda muchos puntos en común. No obstante mi impresión es que, pese a ser un drama, pese a encogerte el ánimo en más de un momento (impresionantes todos los que Randy pasa con su hija) no es una película lacrimógena ni dramática en el sentido estricto, más bien Aranofsky la sitúa en algo así como un “realismo costumbrista” lo que le imprime una enorme fuerza, una terrible sensación de realidad que termina por atraparte de principio a fin y de llegarte.

Es curioso, pero probablemente Aranofsky ha hecho su mejor película o, al menos, la que a mí más me gusta, basándose en un argumento de lo más simple y eso que parece fácil, sí me parece digno de elogio porque resulta terriblemente complicado emocionar como lo hace y llegar al espectador  manteniendo el interés de inicio a fin contando una historia como ésta. Quiero pensar que el mérito está en el director, pero sin duda, la actuación de Mickey Rourke y de Marisa Tomei son portentosas y de ahí que hayan sido nominados en los óscars y que Rourke fuera el favorito hasta que ganó Sean Penn (Tomei lo tenía más difícil porque siempre se ha rumoreado que su óscar por “Mi primo Vinny” se lo regaló un Jack Palance borracho que quiso hacer la gracia, cosa que seguramente nunca se confirmará o desmentirá). Mickey Rourke compone un personaje magnético, que despierta una irresistible empatía en el espectador aún intuyendo que su pasado le hace merecedor de todo lo que tiene, como él mismo reconoce a su hija. Para que se me entienda es una persona difícil que ha asumido su condición y que acepta su papel en la vida y su destino, sin lloriqueos ni lamentaciones y por eso mismo nos conmueve. Además en cualquiera que conozca la trayectoria del propio actor, se intuye que éste ha dejado gran parte de sí mismo en el personaje y eso hace todo más “auténtico”. Quizás por eso mismo Aranofsky siempre pensó en él aunque para tenerlo a su órdenes Nicolas Cage, el preferido de los productores, tuvo que rechazar el papel en un gesto que según he leído fue de amistad. 

No va a ser esta película de grandes taquillas ni de una gran acogida popular, pero tiene algo mágico, algo poderosamente emotivo o quizás sea sólo conmigo, que me encantan las películas de “perdedores”. Puede ser su halo de nostalgia de los ochenta (¡¡¡grandiosos todos los momentos en que suena la música de Guns ‘n’ roses o Scorpions!!!), puede ser su tono realista/costumbrista (durante gran parte del metraje Aranofsky sigue a Randy justo a su espalda mientras camina, retratando de esta forma los ambientes en que se mueve, lo que hace, cómo trabaja, cómo le tratan y cómo responde a ello), puede ser lo conmovedor de la relación entre los luchadores (obsérvese cómo se “nota” el respeto que todos sienten por Randy pese a que luego, sobre el ring, se peguen auténticas palizas), puede ser el impacto de las miradas, silencios y diálogos de Randy con Cassidy o con su hija (Rourke está inmenso en todas y cada una de estas escenas) o puede ser simplemente que es una película perfecta en su simplicidad, que no sencillez. El caso es que me ha encantado y me ha llegado como no lo hacen otras muchas películas y que sí me parece un buen motivo para seguir teniendo fe en un director que terminará por estar en lo más alto haciendo “su” cine, como recientemente lo ha estado Danny Boyle, con quien creo que guarda ciertos paralelismos. Seguiremos su pista. 

Y para acabar de ofrecer mi impresiones decir que Mickey Rourke ganó el máximo premio que podía lograr en la ceremonia de los óscars. Su premio no tenía forma de estatuilla dorada, su premio era la derrota. Mickey Rourke, como su Randy de “El luchador” es un perdedor, un actor hundido por sus propias miserias y que en el afán por salir del pozo profesional (ignoro si también personal pero intuyo que sí) va a alcanzar el reconocimiento y su auténtico valor. Su triunfo no son los premios, aunque ya ganó el Globo de oro por esta actuación, su verdadero triunfo es la autosuperación, el reencontrarse consigo mismo, con lo mejor de sí mismo, con el actor que encandiló en “Nueve semanas y media”, “El corazón del ángel” o “Manhattan sur”, el outsider, el contracorriente, el maldito. Si algo demuestra “El luchador” es cada uno es lo que es, que cada cual tiene su propia familia aunque ésta no sea la sanguinea y que cada cual tiene su propio destino, que aunque no sea, el de los príncipes y princesas azules, no tiene por qué ser menos importante ni menos reconfortante si se sabe vivir con dignidad y humanidad, toda la que revosa este personaje del luchador, que queda para la historia del cine gracias a un inmenso Mickey Rourke.