A falta de escasos minutos para finalizar el vigésimo séptimo Salón Internacional del Cómic de Barcelona ya podemos afirmar rotundamente que la crisis se ha notado, y mucho, en el evento y que éste se saldará con un aprobado muy bajo.

image1No nos vamos a extender demasiado, puesto que la habitual balanza de lo peor y lo mejor con la que solíamos resumir el evento se iba a decantar, claramente y sin grises, hacia el lado más negativo. De verdad, la valoración de la 27a edición del Saló del Còmic es decepcionante en cantidad y en calidad, y comparten opinión conmigo profesionales, expositores, visitantes habituales y visitantes ocasionales.
Los stands, pocos y mucho más pequeños que en ediciones anteriores. Panini Comics, por ejemplo, tenía un mini-stand de dos por dos metros en los que solamente tenían espacio para firmas por un lado y una azafata de origen centroeuropeo por el otro que no sabía ni siquiera que representaba a una editorial que vendía ediciones en castellano de cómics americanos de superhéroes. Rossell, que otros años tenía un espacio amplio y accesible por cuatro lados se había escondido este año entre los stands de los fanzines y las pequeñas editoriales semi-independientes. ¿Los únicos? Planeta DeAgostini, que mantiene su enorme despliegue pese a que un espacio cerrado sobre sí mismo con más guardias de seguridad por metro cuadrado que todo el Saló invita muy poco a acceder, Norma Editorial que siguen disponiendo una tienda a tres lados y otro mostrador solamente para firmas, El Jueves, Ediciones B y Glénat. Los tres últimos quizás algo más pequeños. Un habitual del Saló, el programa de la radio "Més enllà de la vinyeta" de COM Radio, ni siquiera dispuso de su espacio habitual desde donde emitir su programa del sábado y de forma excepcional se le habilitó un rincón cercano a las exposiciones que se desmontó en cuanto terminó su labor.
Las exposiciones, en más cantidad pero de menor calidad y más pequeñas. Las de Jim Lee, Alex Raymond o Carlös, ridículas por la cantidad de material que estos autores ha creado y los escasos veinte originales que se muestran de cada uno, la de Victoria Francés limitada a su "Misty Circus", la de Roger Ibañez y su "Jazz Manyard" insuficiente, la de Bruselas-Valonia… ¿dónde estaba? Flojas las de Purita Campos y la del Fútbol, aprovechando los vientos favorables de los triunfos del equipo local de la ciudad, el Fútbol Club Barcelona. Aprueban la de Paco Roca y su "Arrugas" que explican de forma brillante el proceso creativo del autor y la de Pascual Ferry, que muestra producción desde sus inicios hasta la actualidad. Y la de "Cálico Electrónico" podría haber sido algo más completa. En resumen, y para explicar la sensación que producía el ámbito destinado a exposiciones, se veía más pavimento que paneles destinados a mostrar los trabajos de Nikodemo, Roger Ibañez, Cels Piñol o Purita Campos.
Visitantes, pocos. No creo que lleguemos a conocer las cifras, pero aunque se publiquen seguro que el analista de turno sabrá encontrar el lado positivo a dicho número. Sea como sea, el sábado, día del Saló habitualmente más masivo y que provocaba que no se pudiera andar sin saborear el perfume a humanidad que saturaba el recinto, no había problema alguno para pasear con comodidad por los estrechos pasillos entre stands. Y el lunes, invento de Ficomic para aprovechar un festivo local y acercar más público al evento en lugar del tradicional jueves, ha resultado ser un auténtico fracaso: la gente, como es lógico, ha preferido aprovechar un fin de semana soleado de tres días para irse a la playa. Desconozco si las ventas habrán compensado el esfuerzo de las tiendas y las editoriales, pero los augurios vista la afluencia son negros, negros.
En lo que a profesionales se refiere puedo garantizar que la sala de prensa era un verdadero desierto y que las masivas peticiones de entrevistas de antaño eran pequeños y contados encuentros breves. Sólo recuerdo una entrevista a Jim Lee con media docena de personas y una cámara de televisión para poder sentir un ambiente en la zona de prensa similar a años anteriores.
Y finalmente, como metáfora de lo que ha sido el Saló: los premios del Saló del Cómic elegidos por el jurado y los elegidos por el público no coincidieron en nada. Y el Gran Premio del XXVII Salón Internacional del Cómic de Barcelona, que habían recibido figuras de la talla de Jan, Carlos Giménez, Miguelanxo Prado, Victor Mora o Pascual Ferry, recayó en la dibujante madrileña Ana Miralles e implicó que muchos de los presentes formularan la siguiente pregunta ¿y quién es esa?