Con Las Naves del Destino finaliza la trilogía de Las Leyes del Mar en la que Robin Hobb nos ha mostrado un pedacito más del mundo en el que transcurrieron las aventuras de ASESINO. Aunque, por lo visto aquí, hubiese podido ser un mundo completamente distinto.

No se puede mostrar la imagen “http://www.via-news.es/images/stories/libros/las_naves_del_destino.jpg” porque contiene errores.Tengo que reconocer que nunca he sido un amante de los vinos, pero Las Naves del Destino me recuerda a  las descripciones de un bueno vino que se saborea a pesar de que te deje un pequeño poso amargo que es, creo, lo que sucede con las dos trilogías que Robin Hobb ha publicado en España. Son grandes novelas, están muy bien escritas y, en cierto modo, tienen finales felices, aunque teñidos intencionadamente de cierta amargura que hace que aún te gusten más pues el regusto que queda, el “poso”, juguetea en tu paladar durante bastante tiempo.

Eso sí, a pesar de lo buenas que son las novelas de Robin Hobb tenemos que reconocer que no están hechas para todos los públicos y que, seguramente, los amantes de la fantasía más académica no sabrán digerir con corrección tan buenos caldos.

Pero hablemos de Las Naves del Destino.

Tras los sucesos acaecidos en Las Naves de la Magia y Las Naves del Destino tan sólo un personaje, el pirata Kennit, puede presumir de que las cosas le vayan más o menos bien (y es que Hobb, al igual que George R.R. Martin, parece disfrutar torturando a sus personajes). A fin de cuentas se ha hecho con una nao revivida, la Vivacia, está comenzando a ser reconocido como el Rey de las Islas Piratas… todo marcha viento en popa a pesar de haber perdido una pierna que ha sido devorada por una serpiente.

En el lado de los desafortunados tenemos al Mitonar, que ha sido arrasado por los chalazos y por la guerra civil entre viejos y nuevos mercaderes. A la familia Vestrit, que se han visto desperdigados de un confín al otro de este mundo y no las tienen todas consigo para sobrevivir: Malta y Selden están atrapados por un derrumbamiento en la ciudad de los Antiguos, Althea viaja a bordo del Paragon, una nao rediviva loca, Ronica ha sido acusada de traición y Wintrow… ha entregado su lealtad a Kennit quien, como sólo el lector ve, no es tan “puro” como a Wintrow le gustaría pensar.

Oh, sí, además tenemos a Cosgo, el sátrapa de Jamaililla que ha sido secuestrado y llevado a los Territorios Pluviales aunque los nuevos mercaderes y los nobles jamailillos se han aliado con los chalazos para asesinarlo y saquear el Mitonar.

A grandes rasgos estás son las piezas que Hobb ha ido utilizando y posicionando por el tablero y que ahora van a confluir en un final que, si bien resuelve la mayoría de tramas que la escritora ha ido desperdigando a lo largo de las tres novelas no satisface al lector en cuanto éste siente que aún quedan historias que leer sobre el Mitonar, los Territorios Pluviales y las Islas Piratas.

No hay que entender esto como que la trilogía de Las Leyes del Mar sea mala, , lo cierto es que bastante mejor que en su anterior trilogía, sino que… quiero más. Seguramente la novela que está escribiendo ahora, Dragon Keeper, satisfará estas ansías pero después de casi 2000 páginas esperaba un final más hermético, esperaba ver cómo Hobb daba carpetazo a este mundo, aunque me alegra saber que no va a ser así y que, como mínimo, lo retomará en una novela autoconclusiva.

Pero, espero, que esta impresión final no empañe una lectura que tan sólo ha sufrido altibajos en el duro y lento comienzo de la segunda novela, y que puede calificarse como muy buena por su innovadora visión de la fantasía. Pocos autores son capaces de innovar como lo viene haciendo Robin Hobb y es francamente refrescante ver cómo aún se pueden aportar nuevos argumentos a un género tan aparentemente utilizado. Hobb no sólo sorprende por sus ideas, sino también por su madurez y su atrevimiento. Es, sin duda, uno de los autores a seguir religiosamente por su buen hacer como escritora y además por incluir temas tan conflictivos que, hasta hace poco, no se veían por las novelas como puede ser el de la violación.

Por eso duele un poco que, a pesar de la buena edición (en tomos unitarios, respetando el formato original), a La Factoría se le hayan colado unas pocas, pocas teniendo en cuenta la cantidad de páginas, erratas que, sin embargo, no empañan la lectura de la saga de Las Leyes del Mar pero que emborronan un tanto la impresión del lector.

En realidad hay que buscarle pocas pegas a esta extensa saga y hay que decantarse por los puntos positivos que, cómo no, superan con creces a los negativos. Las Leyes del Mar es la segunda trilogía de Robin Hobb y lo único que se puede decir con sinceridad es que estoy deseando poder embarcar de nuevo en la Vivacia o en el Paragón.

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