Reseña de la última película de Clint Eastwood como director con Morgan Freeman como Nelson Mandela secundado por Matt Damon. La película ha sido nominada a los óscars a mejor actor y mejor actor secundario.

http://www.via-news.es/images/stories/cine/Resenyas/invictus-cartel.jpgPaís: USA.
Duración: 134 min.
Género: Biopic, drama.
Interpretación: Morgan Freeman (Nelson Mandela), Matt Damon (François Pienaar), Marguerite Wheatley (Nerine), Patrick Lyster (Sr. Pienaar), Matt Stern (Hendrick Booyens), Julian Lewis Jones (Etienne Feyder), Penny Downie (Sra. Pienaar), Tony Kgoroce (Jason Tshabalala), Patrick Mofokeng (Linga Moonsamy), Adjoa Andoh (Brenda), Leleti Khumalo (Mary).
Guión: Anthony Peckham; basado en el libro “El factor humano” de John Carlin. Producción: Clint Eastwood, Lori McCreary, Robert Lorenz y Mace Neufeld.
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens.
Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox y Gary D. Roach.
Diseño de producción: James J. Murakami.
Vestuario: Deborah Hopper.
Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.
Estreno en USA: 11 Diciembre 2009.
Estreno en España: 29 Enero 2010.
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De acuerdo, “Invictus” no es de los títulos redondos de Clint Eastwood, aunque descontextualizada esa afirmación es casi un engaño porque estamos hablando probablemente de uno de los más grandes directores y es muy difícil estar siempre a la altura de “Million dollar baby” (2004), “Mystic river” (2003), “Los puentes de Madison” (1995), “Un mundo perfecto” (1993), “Sin perdón”(1992) o “Gran torino” (2008) ¡¡¡¡Por dios, qué filmografía la de este hombre!!!!

Con motivo de su estreno he leído comentarios en los que se habla de un guión flojo, de un tono en exceso “didáctico” o de una película simple, sin complejidades….y yo digo ¿y qué? El hecho es que “Invictus” es lo que es, es un homenaje a Mandela y un canto a la concordia y lo que pretende es exactamente, ni más ni menos, lo que consigue. No entiendo por qué para que una película sea “buena” tenga que ser compleja y me pongo serio…

Estos días “La cinta blanca” de Haneke se lleva todos los halagos de la crítica, gana premios y provoca admiración, no sin méritos, que los tiene y muchos. Pero es una película difícil como pocas, de ritmo lento, poco obvia, que exige un espectador comprometido y cinéfilo porque todo encuadre es significativo y da información fuera y dentro de la pantalla y porque resulta fría y distante. “Invictus” está en el otro lado del espectro fílmico por cuanto es una película asequible, facilona de ver y trasmite con claridad ideas y emociones para que el mayor público posible las asimile con facilidad. Particularmente me niego a considerar a un tipo de cine mejor y al otro peor sencillamente porque tampoco es fácil conseguir lo que consigue “Invictus”.

A la salida del cine un grupo de mujeres mayores comentaban con regocijo si no se habrían vuelto “futboleras” después de pegarse los últimos veinte minutos de película viendo rugby, la final del campeonato del mundo de 1995 en Sudáfrica ¿A ver quién es capaz de conseguir eso? Y a ver quién es capaz de contar mejor lo que cuenta esta película, que no lo olvidemos, está basada en hechos reales y en personajes reales, lo que vemos en pantalla es lo que ocurrió, ni más ni menos, no es una dramatización ni es un argumento urdido para gustar. No me parece para nada sencillo hacerlo como lo hace Eastwood, porque para convencer y emocionar es preciso dar con el ritmo, el tono y la sensibilidad adecuados y el caso es que me sorprendí (y como yo creo que casi todo el público en el cine porque hay cosas que se palpan en el ambiente) emocionándome en numerosas escenas y quedando absolutamente atrapado de principio a fin de la película por personajes y argumento.

Evidentemente la película no llegaría tanto como lo hace si no fuera por Eastwood, pero en esta ocasión creo que la música de Kyle Eastwood y Michael Stevens es esencial y Morgan Freeman y Matt Damon están sublimes en sus respectivos papeles de Madiba y el capitán François Pinaar y contribuyen decisivamente a sobredimensionar emotivamente la historia. En concreto, el primero logra trasmitir a la perfección la humanidad desbordante del líder sudafricano en una colección de escenas que para mí gusto son antológicas, aunque para otros serán el principal motivo para ponerle peros a la película. En fin, no sé si el guión es una buena adaptación del libro en de John Carlin en que se basa, “The human factor”, pero tengo claro que las líneas de diálogos y monólogos consiguen lo que pretenden a la perfección.

Costa Gavras, seguramente el director más “político” de la historia del cine, dice que en todas las películas se hace política porque todas trasmiten ideas y una manera de pensar. Ese es el gran mérito de “Invictus” puesto que lo que trasmite es precisamente lo que la convierte en una película necesaria, independientemente de que guste más o menos o de que se considere mejor o peor. Y no sólo trasmite ideas y una línea de pensamiento sino que convence de que es el rumbo más adecuado.

La lucha de Nelson Mandela (Madiba) contra el apartheid y su mensaje de concordia son historia y están ahí en los libros de texto, pero esta película los hace mucho más reales y emotivos para todos los que vemos la película y eso tiene un valor incalculable y es mucho más complejo de conseguir de lo que parece. Estoy convencido que lo que muchos juzgan como una filmación rápida (le costó apenas dos meses) no es sinónimo de sencillez porque yo no creo que la cámara se mueva de manera caprichosa. Siempre me ha parecido que Eastwood estudia mucho cómo quiere moverla, aunque luego ruede deprisa. Basta con comprobar como los travellings dan espacialidad y grandiosidad a las escenas en el campo de rugby, como siguen a Mandela saludando al público y no es casualidad que al entrar en los vestuarios se alce para encuadrar la bandera de Sudáfrica o como muestra las dos realidades del país: por un lado los blancos jugando al rugby con sus impolutas camisetas verdes en campos de césped y por otro los negros jugando al fútbol con cuatro trapos en polvorientos campos de tierra y todos hacen “paseíllo” al nuevo presidente Mandela, destinado a unirlos a todos.

En fin, donde muchos han visto una película facilona y de segunda fila, yo veo un peliculón. Sé que no soy objetivo, pero me quiero dejar llevar que a veces hace falta: hacía mucho tiempo que no me emocionaba tanto en una película (ni si quiera con “Gran torino”) y tuve las meninges de corbata durante muchas escenas, si la película pretende engrandecer la figura de Mandela conmigo lo ha conseguido; si quería acercarme a la realidad de Sudáfrica y compartirla también; si quería convencer de que todos necesitamos una inspiración cualquiera que sea para seguir adelante pese a los reveses, pienso lo mismo y si quería trasmitir pasión y emoción lo ha logrado. Si una película es buena o mala en función de lo que pretende para mí ésta es de las mejores películas de Clint Eastwood y del año, aunque no la hayan nominado más que para los óscars de mejor actor y actor secundario. Allá cada cual con sus gustos y preferencias, a mí esta película me ha llegado.

Meditando en los porqués también he encontrado un motivo puramente subjetivo y es que encantándome el deporte, esta película tiene un especial encanto para los que como a mí les apasione el tema. No sólo es fascinante el proceso por el que el equipo sudafricano de rugby va ganando fe en sí mismo sino también la manera en que se convierte en un símbolo y la forma en que es arropado por el presidente Mandela primero y por toda la comunidad, blanca y negra. Además el enfrentamiento final se ve potenciado por la dimensión del enemigo,al tener enfrente al oponente más grande posible dirigido por esa presencia casi sobrenatural que es Johan Lomu al frente de los All Blacks de Nueva Zelanda. Se dice que una victoria es mayor o menor en función del adversario que se tiene enfrente. En la película los “antagonistas” (y esta para nada es una película maniquea) son terribles tanto en el campo de rugby como en la política porque el odio, el racismo y la incomprensión a los que tuvo que hacer frente Nelson Mandela lo son.

Son muchas las escenas que destacaría, pero me parece fabuloso el crescendo que se va produciendo en segundo plano, con la sociedad sudafricana uniéndose progresivamente. La escena de los sprinboks corriendo por las calles jaleados por todos después de haber sido sólo el orgullo de la minoría blanca es emocionante aún en su simplicidad, pero lo es mucho más todo el final de la película, que me parece de una fuerza y una emotividad arrebatadora. Puede quedar rimbombante, pero no sé explicar mejor con palabras las sensaciones que me produjo y creo que pocas veces se ha filmado mejor una competición deportiva en una pantalla de cine (hace ridículas por ejemplo las alambicadas escenas que hiciera Oliver Stone para “Un domingo cualquiera”). Y que nadie se vaya del cine nada más acabar, tras algunos créditos surge una imagen de fondo que es el mejor final posible: un grupo de chicos negros jugando al rugby (quien vea la película entenderá perfectamente en contraste con el principio por qué lo digo).

En suma, una película imprescindible. Gracias Clint Eastwood.

“Invictus” es un poema del poeta británico William Ernest Henley:

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
“Soy el maestro de mi destino, el capitán de mi alma”