Retornamos a nuestra videoteca de grandes clásicos y esta vez recuperamos una película de gran éxito allá por 1937, casi nada al aparato de lo que ha llovido, pero de vez en cuando merece la pena disfrutar de uno de estos clásicos y en este caso es una de las primeras películas de éxito de Katherine Hepburn y Ginger Rogers.

 

 

 

*****

Titulo original: Stage Door
Producción: Pandro S. Berman
Guión: Morrie Ryskind y Anthony Veiller a partir de la obra de Edna Ferber y George S. Kaufman
Reparto: Katharine Hepburn (Terry Randall), Ginger Rogers (Jean Maitland), Adolphe Menjou (Anthony Powell), Gail Patrick (Linda Shaw), Constance Collier (Catherine Luther), Andrea Leeds (Kay Hamilton), Samuel S. Hinds (Henry Sims), Lucille Ball (Judy Canfield), Franklin Pangborn (Harcourt)
País: Estados Unidos
Duración: 92 minutos
Productora: RKO Radio Pictures

Con el word en blanco mi propósito inicial es convencer a todo el que me lea de que vea esta película, pero aún me gustaría más que las razones que doy para ello permitan disfrutarla al máximo. Si hay algo que resulta complicadísimo es convencer hoy por hoy a alguien que no suele ver cine del siglo pasado, de los años 30’s, en blanco y negro y con un montaje y ritmo narrativo completamente distinto al actual que una película como ésta merece muy mucho la pena. Al ritmo que vamos, con las televisiones públicas y gratuitas olvidando el cine clásico llegará un momento en que las películas con las que disfrutaron nuestros padres y abuelos quedarán en el olvido (si es que no lo están ya), así que mucho más Gregory LaCava, el director que nos ocupa.

¿Quién es Gregory LaCava? ¿Quién es Adolph Menjou? ¿Ginger Rogers? ¿Katherine Hepburn? Bueno, gracias al cielo a la Hepburn no la olvida nadie con sus cuatro óscars y su filmografía, pero tampoco deberían ser unos desconocidos el resto y cada año que pasa cientos de películas sepultan más y más aquellas que ni siquiera eran en color incluso en los estantes de la videoteca más suculenta.

Me entra una cierta nostalgia al pensar que aquellos ciclos de cine clásico de TVE y la 2 son ya historia. Ahora para ver una película como “Damas del teatro” hay que ser un espeleólogo fílmico, alguien muy interesado en desempolvar viejos títulos que fueron grandes estrenos en su tiempo y es una pena. ¡¡¡Cómo se nota que me voy volviendo un “abuelo cebolleta”? Vayamos al grano…

Gregory LaCava fue sin duda uno de los mejores directores de comedia clásica (véase también “Al servicio de las damas”) con permiso de Ernest Lutbisch, Frank Capra, George Cukor o Billy Wilder, entendida ésta como la que se rodó en la época dorada de Hollywood entre los años 30’s y 50’s del siglo pasado y “Damas del teatro” es una de sus mejores películas, nominada a cuatro óscars (mejor película, director, actriz secundaria –Andrea Leeds- y mejor guión).

La película trata sobre un grupo de chicas jóvenes se hospedan en la pensión Candilejas de Nueva York a la espera de lograr un papel en el Teatro que les lleve a la fama y el estrellato. Las protagonistas son Kay Hamilton (Andrea Leeds, que sólo por mala suerte no ha logrado su ansiada oportunidad), Linda Shaw (Gail Patrick, que intenta abrirse camino flirteando con los productores), Jean Maitland (Ginger Rogers, que no aguanta el carácter y oportunismo de Linda) y la recién llegada Terry Randall (Katherine Hepburn, hija de un millonario decidida a todo para conseguir su objetivo). Inicialmente la película se centra en el retrato coral de una situación, el microcosmos de la pensión y las aspirantes que conviven en ella, pero cuando entra en escena el productor Anthony Powell (impresionante, como siempre, Adolphe Menjou) y descubre a Jean los resortes dramáticos de la historia entran en juego y la película gana peso e intensidad.

Uno de los aspectos que más me gustan de esta película es la magnífica capacidad tanto del director como de las actrices para cambiar de registro pasando de chispeantes diálogos de la screwball más divertida (extraordinarias en esa labor Ginger Rogers y Katherine Hepburn en un comienzo de película espectacular) a un tono dramático intenso que concede al último tercio de metraje un marcado poso agridulce que es el que finalmente te impacta desde un punto de vista emotivo. El efecto es algo así como si, de improviso, la realidad se inmiscuyera en una comedia, lo cual termina siendo realista porque la vida es un poco de esa manera.

Esta película conecta con otros grandes títulos como “Eva al desnudo”, también enfocada al mundo del teatro o “Gran Hotel” en su construcción coral a medio camino entre el drama y la sonrisa y representa un tipo de comedia ya extinto basada en el ingenio de los diálogos y la presencia de los actores (en este caso actrices en su mayoría), capaces por sí mismos de atrapar todo el interés del espectador sin necesidad de escenas muy dinámicas o una puesta en escena compleja. Este tipo de películas tienen una factura muy teatral sí, pero la pantalla ofrece siempre información en lo que se dice, en lo que no se dice, en miradas, gestos y poses y por ello resultan refrescantes y desenfadadas, con desparpajo. Creo que pese a lo mucho que ha cambiado el cine y el espectador tipo esta es una de esas películas a las que no afecta el paso del tiempo.

Y por otro lado y al margen de méritos artísticos, nunca está mal recuperar a los clásicos, viene a ser en cierto modo una forma de viajar en el tiempo. En realidad las cámaras de cine son muchas veces máquinas del tiempo y ver “Damas del teatro” es en cierta manera una forma de viajar a los años 30’s y sentir cómo una generación de aspirantes a actrices de teatro vivió, padeció y luchó por cumplir sus sueños.