Aprovechando el estreno de la segunda parte  y lo plenamente de actualidad que está la crisis financiera a día de hoy recordamos aquella película de Oliver Stone, estrenada en 1987, que supuso el óscar a mejor actor para un Michael Douglas por aquellas fechas en auténtico estado de gracia y en la cima de su carrera.

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Título original: Wall Street
País: Estados Unidos
Duración: 126 min.
Género: Drama
Reparto: Michael Douglas,  Charlie Sheen,  Daryl Hannah,  Terence Stamp,  Martin Sheen,  Hal Holbrook,  Sylvia Miles,  Richard Dysart,  Millie Perkins,  Annie McEnroe,  Sean Young,  James Spader
Distribuidora: 20th Century Fox
Productora: Twentieth Century-Fox Film Corporation, Amercent Films, American Entertainment Partners L.P.
Fotografía: Robert Richardson
Guión: Oliver Stone, Stanley Weiser
Maquillaje: Anthony Cortino, Fern Buchner
Montaje: Claire Simpson
Música: Stewart Copeland

El director venía de triunfar con “Platoon”, óscar a mejor película un año antes, que le supuso también la estatuilla como mejor director y en su haber la crítica de aquel entonces alabó una vigorosa energía tras la cámara que ya había exhibido anteriormente también en “Salvador”. La película tuvo notable éxito y sirvió para afianzar la carrera tanto del director como de un Charlie Sheen en línea ascendente.

El argumento se centra en Bud Fox, un joven novato de Wall Street, aspirante a broker de la bolsa, tan inocente dentro de la jungla  de las finanzas como su personaje de Chris lo estaba en la selva vietnamita de “Platoon” (¡¡¡Cuántas veces harían esta comparación los críticos de la época, el caso es que funciona!!!). En realidad Oliver Stone cambiaba una jungla por otra, pero su protagonista sufría un proceso de aprendizaje y desengaño similar en ambos casos, chocándose de lleno contra las miserias de terceros. En “Wall street” Bud Fox cree que quiere ser como su ídolo, el tiburón de las finanzas, Gordon Gekko (impresionante Michael Douglas); pero las circunstancias le hacen ver que se equivoca.

Recientemente he vuelto a ver la película para refrescarla y debo admitir que, aunque me parece buena e interesante, no me trasmite la fuerza que parecía tener en su día. Indudablemente es un título recomendable para introducirse en los vericuetos de la Bolsa y conocer de primera mano los tejemanejes de corredores, agentes y demás especies financieras; pero le veo algunas pegas: primero que su estilo visual ya no es tan novedoso e impactante como fue en su día; segundo, que sufre ciertos altibajos de interés en su desarrollo (particularmente la relación entre Bud y Darien me parece desaprovechada y un tanto insulsa, cuando daba mucho juego dramático) y por último, que por desgracia el protagonista, el personaje con el que deberíamos identificarnos no nos engancha en ningún momento. Admitámoslo, es un niñato al que no se llega a coger simpatía y aunque eso es precisamente lo que pretendía Oliver Stone provoca algo que en el fondo es un sinsentido y es que realmente quien nos termina por interesar es Gordon Gekko, el verdadero plato fuerte de la función, un hijodeputa sin escrúpulos como pocos se han visto en una pantalla de cine.

No quiero dar a entender con todo esto que la película no esté bien, al revés. Se trata sin duda de una de las películas más logradas del director, que aún mantiene un equilibrio estilístico y no se excede ni en el movimiento de cámara ni en el montaje, cosa que después se le va de las manos en otros títulos como “Asesinos natos” o “Un domingo cualquiera”. Además Oliver Stone explica bastante bien el mundillo en que se mueve el argumento, su cámara nos introduce en oficinas, despachos, restaurantes y en la propia bolsa con acierto y pocas veces se han presentado las calles de Wall Street y los recovecos financieros con tanto sentido de la espacialidad; pero sí quiero matizar que el paso del tiempo ha perjudicado un poco a la película. Desde luego no es el bombazo que fue en su vida. Seguramente corrieron ríos de tinta sobre ella por razones que no eran sólo las esencialmente fílmicas.

El verdadero sobresaliente de la película es Michael Douglas, que clava un personaje odioso, un hijo de perra redomado, pero que atrapa nuestro interés por completo. También pienso que la película crece cuando aparece en ella Martin Sheen, que irónicamente hace de padre de su hijo, porque él si es el verdadero antagonista de Gekko y no Bud, que es un mero monigote zarandeado. Lo que es puramente la descripción del mundillo empresarial y financiero es acertado, incluso aun cuando más farragosa se vuelve; sin embargo el drama personal, lo que podía darle a la película una profundidad emotiva fracasa por lo ya comentado, la química entre Daryl Hannah y Charlie Sheen no funciona y además el personaje de éste termina por no hacerse simpático y nos distancia.

En cualquier caso una película que aunque no es redonda merece la pena y que, aunque el paso del tiempo la ha dejado en su sitio, quizás un escalón por debajo de lo que estuvo, sigue resultando un magnífico y acertado acercamiento al mundillo de Wall Street, seguramente uno de los mejores y más vigorosos visualmente que se han hecho.

La moraleja también es importante, la deja entrever Bud al final en la que probablemente es la escena icónica de esta película, en mitad de Central Park: “Supongo que por mucho que quiera ser Gordon Gekko, siempre seré Bud Fox”.